Lo
cómico desvaloriza algo que es. En la base de lo cómico se halla una
contradicción entre lo que algo vale realmente y lo que pretende valer. Esa
pretensión, al ser medida con la vara de lo real, mueve a risa.
Esa
pretensión no puede ser tomada en serio y al ser contrastada con la realidad,
es devuelta a sus justos límites. Lo que parecía profundo se muestra
superficial.
La
desvalorización que entraña lo cómico no significa otra cosa que la reducción
de la apariencia de la realidad o poner en su verdadero lugar la aparente
profundidad, nobleza, plenitud o elevación.
Pone
de manifiesto la inconsistencia interna, la vacuidad o nulidad de un fenómeno y
su infundada pretensión de ser mas importante de lo que en realidad es.
Lo
anterior explica que la literatura y el arte hayan recurrido a lo cómico una y
otra vez cuando se trata de mostrar la inconsistencia o nulidad de algunas
ideas.
En
la edad media, la literatura cómica se constituyo en un arma temible y vigorosa
contra la ideología y el poder de la iglesia y de los señores feudales. El
libro “del buen amor”, del arcipreste de Hita
y los fabliaux franceses se convierten en verdaderos dardos cómicos disparados
contra los monjes y el clero.
Pero la literatura no solo muestra la inanidad
de lo viejo en un mundo nuevo, moderno, sino también la comicidad de lo nuevo
cuando se presenta con una pretensión de valor que; en verdad, no tiene.
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